José Parejo Avivar sintió como una afrenta intolerable que su exmujer, Ana Orantes, contara en la televisión cómo él la maltrataba y la forzaba a mantener relaciones sexuales incluso tras cada parto de cada uno de sus once hijos. Su venganza fue salvaje. La asaltó en su propia casa, la roció de gasolina y le prendió fuego. Aquel asesinato despertó en 1997 la conciencia ciudadana contra los crímenes machistas, que no solo no cesan sino que se siguen caracterizando por su extrema crueldad. Los hombres que matan a
sus mujeres no suelen optar por un navajazo limpio o un golpe certero. La ira es el denominador común.
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